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Para alguien como yo, demasiado acostumbrado a llegar tarde a todas partes, ser puntual es empezar la jornada con cierta ventaja, para variar. Pasa demasiadas veces, tanto en la vida como en el fútbol, que un buen día acaba por torcerse. Con el tiempo, uno aprende a saborear estas pequeñas victorias. Una sensación de bienestar que se vio prolongada en el corto viaje en tren entre Manchester y New Mills, en la frontera con el Peak District. Las conversaciones giraban alrededor del concierto de Idles de esa misma noche en el Academy, hablábamos de partidos fuera de casa del pasado e incluso de los que están por venir. Principalmente del viaje a la Isla de Man del próximo mes. La sonrisa se mantenía con cada comprobación de la clasificación. Como cuando alguien se echa la mano al bosillo para cerciorarse de que las llaves están ahí, aun sabiendo que sí, que además las ha utilizado para cerrar la puerta de casa. No hay forma de que no estén ahí. De momento, todo va bien.

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El pasado sábado, el West Didsbury & Chorlton, líder de la North West Counties League First Division South -décima categoría-, visitaba al New Mills, segundo clasificado. Cinco puntos separaban a ambos equipos, aunque el West tenía un partido menos que su rival directo. Si ganamos les sacamos ocho, que podrían ser doce si también ganamos el partido pendiente, me repetía. Casi toda la gente que ocupaba el vagón del tren era consciente de esto, salvo quien ignoraba que en unas horas se jugaría un partido de tal magnitud. Todo está bajo control. Pero cuando todo va bien, a veces las sospechas son inevitables. A ver por dónde viene la hostia hoy, a ver qué sucede. Durante la discreta invasión de uno de los pubs del pueblo de poco más de 12.000 habitantes me entró el miedo. ¿Y si perdemos y en lugar de a ocho o a doce puntos nos quedamos solo a dos? ¿Y si encadenamos una mala racha y perdemos el primer puesto y la opción de ascenso directo?

Francamente, no hay motivos para el pesimismo. El equipo del sur de Manchester solo ha perdido uno de los 26 partidos de liga anteriores. Y hoy hay mucha gente que ha venido del barrio para apoyar a sus muchachos. Mucha. Mientras que lo normal era conocer a la mayoría de vecinos de grada y desconocer a unos pocos, el sábado ocurría lo contrario. Aquí hay gente que no he visto en mi vida. Pero todo el mundo estaba enchufado, principalmente el equipo. Este fue uno de esos días en los que todo sale bien. “El campo del New Mills puede intimidar, pero evitásteis que fuera así. Qué clase. Me molestaba el viento e incluso no me dejaba escuchar mucho a los jugadores, pero a vosotros sí. Fue increíble, de verdad”. Una nota de voz que el portero AJ envió al grupo de aficionados el domingo, pero no adelantemos acontecimientos.

New Mills - West Didsbury & Chorlton. Foto: Vaughan W.
Curch Lane. New Mills – West Didsbury & Chorlton.

Algo más de 575 personas abarrotaron el campo de Church Lane, la mayoría del equipo visitante. Los nuestros respondieron pronto. Tras un córner en el área rival, Sam Heathcote se quedó merodeando el área rival. El capitán y central demostró porqué es el cuarto máximo goleador de la categoría. De repente era un adulto jugando contra niños, apartándolos con su cuerpo y sacando un trallazo desde la frontal. A los quince minutos marcó el 0-1, se señaló e hizo gestos para tranquilizarnos: “Aquí estoy yo”.

Poco más de diez minutos más tarde Ben Elliott tenía la pelota, pero no escapatoria. Aparentemente. El único delantero centro del equipo ofrecía dudas a principios de campaña, pero ha crecido mucho más de lo que puedan aparentar sus 19 años. Es alto, pero es delgado. No está fuerte pero sí acostumbrado a pegarse con defensas mucho más experimentados que él. Y a dejarlos atrás. En New Mills se giró junto a la banda, se volvió a girar para encarar la línea de fondo. Se frenó y arrancó. See you later, le exclamó alguien desde la grada al zaguero rival. Ben centró con la izquierda, su pierna mala. Pero qué centro. Y qué remate. Joel Swift no ha gozado de muchos minutos esta temporada, y los pocos que ha tenido tampoco no le han valido para sumar más. Sin embargo, en el minuto 28, Swift fue Shearer, Carroll, Heskey o cualquier delantero grandullón que se les venga a la mente. Se lanzó en plancha y provocó el éxtasis en la banda.

Media hora de juego, pero ya estábamos listos para la fiesta. Hasta que un balón suelto llegó a nuestra área… y gol. 1-2. Vaya golpe. Un grupo de pre-adolescentes nos insulta desde la otra banda mientras el resto de la afición local empieza a creer en la remontada. Con fundamento. En la primera vuelta, el partido lo teníamos ganado y al final celebramos el empate a última hora como si hubiésemos sumado tres puntos en lugar de uno solo. Ligero tembleque de piernas. Ay, ay, ay…

A veces me sorprende mi propia conciencia. Me llama la atención, en ocasiones también para bien. Fíjate qué canción más maja estás bailando, mira qué bueno está esto que comes, atiende lo bien que te quiere tu chica. Me pasó durante el descanso del partido. Mira qué amigachos te has echado, qué te parece lo bien que lo estáis pasando. No debí ser el único que tuvo un momento de realización similar. Las dudas con las que terminamos el primer tiempo dieron paso a la tranquilidad del descanso, y a un merecido optimismo. Otro día quizá nos hubiésemos dispersado yendo al bar, al puesto de comida o dando un garbeo por el campo. Esta vez no. Estábamos juntos. Sonriendo mucho, disfrutando de la compañía. Qué bien habían estado los muchachos. Qué gozada. Que sí, que ganamos. Cuando volvieron los futbolistas al césped volvieron los cánticos.

Suele decirse que es la afición quien lleva en volandas al equipo hacia la victoria. No fue este el caso. Cómo defendieron la portería, cómo protegieron cada posesión, cómo estiraron líneas buscando un tercer gol que nunca llegó. Ni falta que hizo. 1-2, ocho puntos de ventaja. De repente, hubo una necesidad imperiosa de repartir abrazos, de alegrarse por los caminos que cada uno había recorrido a título individual pero que nos condujeron a un punto común, el West. Y por primera vez esta temporada, una retahíla de alusiones a un ascenso que se asoma por el horizonte. And now you’re going to believe us… West are going up!

Jugadores y aficionados del West celebran la victoria. Foto: Vaughan W.
Jugadores y aficionados del West celebran la victoria.
Fotos: Vaughan W.