Al ritmo de Álvarez y Gallardo, River va a por la liga


“Gallardo es de River y de River no se va”, entonaban, en volumen creciente, las gradas del Monumental de Núñez al final del primer tiempo. Era una tarde especial en Buenos Aires. Un año y medio después, volvía la gente a los estadios. El último partido con asistencia de público en Argentina había sido el Boca Juniors 3-0 Independiente Medellín el 10 de marzo de 2020. La tarde del 3 de octubre de 2021, los aficionados de uno de los países más futboleros del mundo podrían volver a ver el mayor espectáculo del planeta, pero no sentados en el sofá, sino desde las gradas. Y no se trataba de un partido cualquiera; era el Super.

Antes de que el esférico comenzara a moverse, los hinchas de River ya mostraban cuánto extrañaban a su Napoleón: coreaban apasionadamente “¡Muñeco! ¡Muñeco!”. El contrato de Marcelo Gallardo expira en diciembre y, tras más de siete años en el club y un montón de trofeos, no sería de extrañar que el mejor entrenador de Sudamérica de los últimos tiempos dejara el continente por Europa. En las últimas semanas su nombre ha sido mencionado como una opción para entrenar nada menos que al Barcelona.

Gallardo se preparó cuidadosamente para el reencuentro con su gente. Para el Superclásico, eligió específicamente una corbata que tiene un enorme valor sentimental para cualquier hincha de River: la que usó el mítico entrenador Ángel Labruna -que así como Gallardo también había sido ídolo del club como jugador- en los victoriosos años 70. Negra, con una franja roja en el centro, flanqueada por dos blancas. “Verlo con la corbata me conmovió”, admitió Omar Labruna, hijo del mítico técnico, tras el partido. Fue la corbata que Labruna usó en el Metropolitano de 1975, cuando River ganó su primer título de liga en 18 años. Hoy en día sigue expuesta en el museo de River. Allí, por cierto, está la estatua del gran Feo Labruna. Dentro de unos meses, a pocos metros, estará la de otro ídolo: el Napoleón de Núñez, el gigante del 1,69m, el hombre que llevó a River a uno de los mejores momentos de su historia. Ganó tres Copas y dos Supercopas argentinas, dos Copas Libertadores, tres Recopas y una Copa Sudamericana. Ganó la final más importante de la historia del fútbol argentino. Fue elegido el mejor entrenador de América en 2018, 2019 y 2020. Es cuestión de tiempo que Marcelo Gallardo y Angél Labruna estén frente a frente, eternizados en la Avenida Figueroa Alcorta.

El día del Hincha de River se celebra cada 28 de septiembre, día del nacimiento de Labruna. El Muñeco quiso rendirle un homenaje, de ahí la idea de la corbata, hecha exclusivamente para la ocasión. Un gesto enorme, que demuestra que, de alguna manera, a pesar de los casi 50 años que separan aquellos años de gloria de Labruna de los tiempos actuales, el Feo sigue estando ahí; no había más que mirar a Gallardo. Tras el partido el Muñeco se apartó del grupo de jugadores de River que celebraban la victoria ante el eterno rival. El Napoleón tenía los ojos llorosos y contemplaba el horizonte pensando quién sabe qué. Tal vez que este había sido su último Superclásico.

Eso no se sabe. Lo que sí es cierto es que fue el último clásico de Leonardo Ponzio, de 39 años, tras más de 330 partidos y casi una década en el club. Gallardo estaba en una tarde de homenajes y decidió rendirle también uno: lo puso en el campo en el minuto 83 para que fuera aplaudido por la afición y viviera sus últimos minutos de uno de los mayores partidos del fútbol mundial. Podríamos decir que fue mi último clásico”, dijo el pivote tras el encuentro. Ponzio acababa de pasar unos meses difíciles: había sufrido una miocarditis, secuela del coronavirus. “Estoy en un momento en el que todo lo que venga de ahora en más es agradecimiento: a la gente, a Marcelo, mis compañeros”, afirmó el capitán.

Se nota, por todo el ambiente, lo especial que era ese partido para River. Sí, todos los Superclásicos lo son. Pero este especialmente. Boca, dirigido por Sebastián Battaglia desde el 25 de agosto, tras la salida de Míguel Ángel Russo, estaba invicto con el nuevo entrenador. Llevaba seis victorias y dos empates. Se trataba de un clásico que podía ser decisivo para definir al campeón de la liga. Los lectores más atentos se habrán dado cuenta de que entre todos los títulos conquistados por Gallardo aún le falta uno: el de la liga. Es una deuda pendiente. River estuvo muy cerca en la temporada 2019/20, cuando perdió el título en el último momento… ante Boca. En la última jornada, los de Gallardo eran líderes con 46 puntos, los de Russo eran segundos con 45. River viajó a Tucumán y no pudo conseguir más que un empate mientras que Boca, en una Bombonera abarrotada y con un Carlitos Tévez flamante, le ganó 1-0 a Gimnasia, y le arrebató el título a su rival con la crueldad de quien le quita un caramelo de la boca a un niño. River perdió el título por un punto. Por eso el partido del domingo era tan importante. A falta de doce jornadas para el final del campeonato, River era segundo con 27 puntos. Boca era sexto con 21, una victoria lo dejaría a tres puntos de River. El líder era Talleres de Córdoba con 29.

Cuando empezó a rodar el balón, el gran protagonista resultó ser un pibe cordobés. Un chico de Calchín, un pueblo de unos 3.000 habitantes. A los 25 minutos de partido ya sonreía, con los brazos abiertos y tres dedos estirados, como el Spiderman. Un bonito regate, un inesperado disparo desde fuera del área. River se adelantaba en el marcador. 18 minutos después, aparecía él otra vez. Los dedos estirados, la sonrisa infantil, una escena que se ha vuelto tan típica últimamente. Son 13 goles y 13 asistencias en el año 2021 para Julián Álvarez, el Araña. Con sólo 21 años ya es el jugador más importante del equipo. Esa escena en la que sonríe con los brazos y la boca abiertos en éxtasis con el Monumental festejando detrás recuerda a la de otro joven de 21 años que en su día también marcó un doblete decisivo: Hernán Crespo, contra el América de Cali en la final de la Libertadores de 1996.

Álvarez es el nombre más importante de River esta temporada gracias a la confianza de Gallardo, que ya confió en él cuando lo metió en la histórica final de Madrid contra Boca, cuando el delantero tenía sólo 18 años. También lo puso en la final contra el Flamengo al año siguiente. El joven, que no disponía de tantas oportunidades en ataque porque la pareja formada por Matías Suárez y Rafael Santos Borré era magnífica, ganaba minutos en la banda derecha en el 4-4-2 del Muñeco. Poco a poco fue conquistando su espacio e imponiéndose. Así como fue en su carrera. A los 11 años hizo una prueba en el Real Madrid, pero acabó por no quedarse en España. Probó suerte en Boca y Argentinos Juniors, pero a los 15 años, a finales de 2015, el niño de Calchín recibió una oferta de River y acabó fichando por el equipo de sus amores. “Soy hincha de River y eso me dio fuerza para ir y quedarme en la pensión del club”, admitió en una entrevista con Clarín en 2015. “Sigo extrañando el pueblo y a mi familia pero vienen bastante a verme a Buenos Aires”. Quién iba a pensar que seis años después Álvarez estaría donde está ahora. Haber jugado dos finales de Libertadores, haber ganado la Copa Argentina -marcando un gol en la final-, haber sido convocado a la Selección Argentina y campeón de la Copa América, ser el jugador principal de uno de los equipos más grandes del continente, llevando el “9” en la espalda. “El superclásico de Julián”, escribía Pablo Chiapetta en Olé. Y no era para menos. Con sus dos goles en la primera parte, el Araña selló la victoria de River, que vio facilitada su vida por la expulsión de Marcos Rojo en el minuto 16. “Las reacciones cuentan. Boca puso el orgullo, con una demorada apuesta a los pibes, pero no buscó una estrategia para dar vuelta la historia”, analisaba Diego Macias en Olé. “Se quedó sin Plan A muy rápido y no tuvo herramientas para construir un Plan B que lo hiciera sufrir menos”. El marcador pudo haber sido una goleada, pero terminó 2-1 gracias a un gol tardío de Carlos Zambrano y a la ineficacia de River frente a la portería.

Con la derrota de Talleres el lunes, River quedó como único líder. “Ahora claramente somos un serio candidato para ir en busca del título”, dijo Gallardo tras el clásico. “Pero esto es un gran envión desde lo mental y futbolístico”. El 21 de octubre, River y Talleres, ahora separados por un punto, se enfrentan. Antes, River se enfrenta a Banfield y luego a San Lorenzo. Para el primer partido no contará con sus internacionales, que estarán con sus selecciones: Franco Armani y Julián Álvarez (Argentina), Nicolás De la Cruz (Uruguay), Robert Rojas (Paraguay) y Paulo Díaz (Chile).

En el espacio de dos semanas, en agosto, River sufrió dos duros golpes: la eliminación de los octavos de final de la Copa Argentina a manos de Boca y de los cuartos de final de la Libertadores contra el Atlético Mineiro. Iba séptimo en la liga. Parecía que el ciclo de Gallardo llegaría a su fin de forma descendente. Era comprensible. El Muñeco ya había ganado numerosos títulos y para esta temporada había perdido varios nombres importantes: Lucas Martínez Quarta, Lucas Pratto, Santiago Sosa, Nacho Fernández, Borré y Gonzalo Montiel. Sin embargo, cuando River parecía muerto, los hombres de Gallardo resurgieron: desde la eliminación en Belo Horizonte, ganaron siete y empataron dos, y finalmente alcanzaron la cima de la tabla. El único título que le falta a Gallardo en el Monumental de Núñez. Diciembre; es el mes en que termina la liga, es el mes en que termina su contrato, es el mes en que se inaugurará su estatua.

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