Benzema y el pasado – MarcadorInt


El pasado siempre vuelve. En forma de audio de tu ex. De un recuerdo de Google. Del olor a friegasuelos que usaban en casa. El pasado es el monstruo que viene a verte. Te visita cada día. Se sienta en el sofá, se echa en la cama, te acompaña en el coche. De repente te mira y te dice qué mal lo hiciste, qué imbécil fuiste, cómo pudiste hacer aquello, como te atreviste a decir lo otro.

El cambio de hora le sienta de maravilla al Real Madrid. Ya es primavera en el Santiago Bernabéu. Benzema tiene preparadas las mejores prendas. El esmoquin con el que sale del área. El zapato de la Cenicienta para controlar y definir. Ahora también el sombrero de copa, que se quita para rematar de cabeza. Si hace falta se pone también el guante blanco para ejecutar el mejor atraco: los que no lo parecen. Carterista de los porteros, el delantero francés se ha especializado en atracar, pero con Benzema uno se imagina a un ladrón que lo pide todo por favor. Fiel a sus maneras, ya es un delantero total. Acostumbrado a ser un ariete silencioso, ahora lo deja todo perdido cada vez que entra en el área.

Hay lugares a los que regresas y el corazón, como el WiFi, se conecta automáticamente. Pocos como un estadio. La nostalgia se alimenta de balones. El fútbol ordena la vida porque, que no se nos olvide, lo que más nos interesa del balón somos nosotros mismos. Como cuando se quema un edificio y subes fotos de cuando estuviste allí. Como cuando se muere un vecino y dices que tú lo conocías. Como cuando se reivindica un jugador y recuerdas que tú siempre lo apoyaste.

Nada dice más de ti que lo que dices de los demás. En tus críticas a Benzema te estabas criticando a ti. En tus elogios a Benzema te estabas elogiando a ti. Él, mientras tanto, vivía ajeno. Le bastaba con repartir. Cuando aún no existía Glovo, Benzema fue el primer rider: vivía en unas condiciones precarias pero siempre llevaba la comida caliente para que otros la engulleran. Mientras el Bernabéu pitaba, Benzema silbaba. Y ya se sabe qué pasa con los que silban: o no tienen preocupaciones o disimulan sus rayadas.

“Necesitamos un 9 de verdad”, fue el comentario más repetido en Twitter cuando se anunció la renovación de Benzema en 2017. Y ahí se encontraban los benzemistas y los haters del francés: Benzema no es un nueve al uso. Todavía ahora ataca con bisturí en un club acostumbrado a los delanteros martillo: Hugo Sánchez, Van Nistelrooy, Cristiano Ronaldo. No escapa el Madrid, como no escapa ningún equipo, al fútbol de la furia, del grito, de la testosterona. Besar el escudo no implica querer más a tu equipo igual que llevar la pulserita de España no implica querer más a tu país. Todavía falta determinar la fórmula en la que inciden los pies y la cabeza en el éxito del fútbol, pero lo que está claro, como demuestran tantos y sobre todo tantas jugadoras, es que los huevos se quedan fuera de la ecuación.

Imagen de portada: calciostreaming