Contar el fútbol – MarcadorInt


El fútbol se puede contar. Los cien pases que ha dado mal un equipo. Los tres centrales que se miden con los dos delanteros. El 75% de posesión. Los ocho ataques que han llegado por la izquierda. Ojo, no han hecho ninguno por la derecha. El fútbol también se puede contar desde otro sitio, como si tuviera dos teoremas. El del mapa de calor o el del mundo de las emociones. Ahí, donde gobierna la improvisación y la memoria, nada tiene explicación.

En el fútbol de hoy en día todo se hace por algo y para algo. Todo tiene motivo, causa y consecuencia. La pelota, que antes se movía por las dinámicas del relato oral, más propio de juglares y trovadores, está cada vez más encapsulada en una celda de Excel. Es el algoritmo de Netflix, el camino hacia la maquinización. Un monitor dice que es fuera de juego porque un jugador no se ha cortado las uñas o calza un 45. Los números son frío pero seguros. Necesitamos explicar lo que no entendemos y el fútbol, caótico como un tornado, se deja encerrar. Es un juego ilógico al que le estamos poniendo una camisa de fuerza. Con el corsé no puede respirar.

Por eso hay que celebrar las citas con la improvisación. Como si un funcionario se emborrachara un viernes al mediodía. Como si una pareja de 80 años se fuera a dar la vuelta al mundo. Pedri la pisó y se pegó a la línea. Estaba en un callejón sin salida de esos en los que aparecen los héroes de Marvel. Y de repente.

Zas.

Le puso cara y ojos al talento.

El caño de Pedri, como la elástica de Ronaldinho o el exterior de Modric, son gestos bellos que desarmarían cualquier muralla. Como cargar un arco con claveles. El caño, como todo lo bueno, tiene diferentes nombres: sotana, túnel, puente, cachita… En Honduras se le llama “quebrar los platos”, y tiene todo el sentido. Hacer un caño es romper la vajilla, tirar el tablero, comerse un helado a bocados.

Necesitamos gestos que nos saquen de la rutina. En la vida y en el fútbol. Planes que no estés pactados. Escapadas que no sirvan para nada y por eso sirvan para todo. Derivas que sean imposibles de plasmar. Que sean imprudentes y temerarias y arriesgas y poco rentables. Locuras que, como el caño de Pedri, se celebren más que un gol.

Imagen de portada: Xavi Heras / Marcadorint