Dependemos de nosotros – MarcadorInt


En el fútbol, depender de uno mismo es bueno. En la vida, no tanto. Real Madrid, Atlético de Madrid y Barcelona están en un pañuelo. Una carrera de cien metros para la que va a hacer falta foto finish. Sus partidos son sprints para coger el tren. Están a punto de perderlo. Van justitos, como todos a estas alturas del curso. Miran el calendario. Parecen trabajadores buscando festivos. Hacen cálculos. “Dependemos de nosotros”, dicen como si fuera bueno.

Las mejores cosas que nos pasan son las que no dependen de nosotros. Las peores, también. Planear una excursión y que llueva. Quedarse en casa y que luzca el sol. Una noche de tranquis que se convierte en épica. Una oferta de trabajo inesperada. Una muerte. Un triunfo en casa del líder. Una derrota en casa del colista. Depender de uno mismo es un gol anulado por el VAR. Parece que sí, pero no. La felicidad previa a la decepción.

Los que quieren depender de sí mismos creen que lo tienen todo bajo control. Que está en su mano. Lo planifican todo. Cuando están en la cama quieren desayunar, cuando desayunan piensan en el trabajo, en el trabajo piensan en lo que comerán, cuando comen piensan en que tienen que fregar, cuando friegan piensan en descansar, cuando descansan piensan en hacer ejercicio, cuando hacen ejercicio piensan en cenar y cuando cenan piensan en dormir. Una vida Excel. Después del primer gol, siempre queremos el segundo. Nos acordamos de lo bonito que fue y esperaremos a que llegue el siguiente. Entre que añoramos el pasado y anhelamos el futuro, pasamos del presente.

Luego están los que prefieren que su éxito no dependa de ellos mismos. Dejan su futuro en manos de otra cosa. Religión. Superstición. Casualidad. Suerte. Destino. Distintas marcas de un mismo producto. La vida está en los no planes, piensan. O en los planes que se rompen. Tomas decisiones y la vida decide por ti. Eres espectador de tu propia película. Apareces en los créditos como extra. Y gracias. Planifica el viaje, pero descarrilarás. Es mejor no hacer planes. O te los joden o te los jodes.

En el baloncesto está el pick and roll. El fútbol también tiene jugadas ensayadas. Pero cuanto más se parece al ajedrez, menos nos gusta. Nos enamoran los jugadores que se levantan de la silla, se comen las fichas y tiran el tablero. El fútbol premia la improvisación. El verso libre. Lo inesperado. La pizarra, decimos, anhelando una cola de vaca, una chilena, un taconazo, una elástica, una bicicleta.

¿Neymar o Puyol? ¿Riquelme o Casemiro? Lo políticamente correcto es elegir al central y al mediocentro. El orden. La responsabilidad. Los hombres de. Estado. No nos engañemos. Si eligiéramos una posición, seríamos el mediapunta guadianesco. El que se va mucho y viene poco. Nos gusta lo imperfecto. Lo que no se encierra. Los márgenes. Nos sentamos en el sofá y el árbitro se equivoca. El central se resbala. El delantero marca por la escuadra. Nos gusta el fútbol porque no depende de nosotros.

Imagen de portada: Jack Megaw/Focus Images Ltd.