El fútbol y Space Jam


Empezabas con Ivarov, Valeny, Jaric, Stremer, Dodo, Espimas, Ximelez, Macco, Minanda, Ordaz y Castolo. El once de tuercebotas con más clase de la historia. Hasta el primer mercado de fichajes tenías que hacer malabares. Quién estaba con la flechita para arriba. Quién no podía con sus piernas. A veces entraba Barota, a veces Stein. Castolo era el único que no rotaba: confiabas más en esas trencitas que en tu familia. Tú fuiste la Liga Máster. Tu hermano mayor fue el PC Fútbol. Tu prima pequeña es el Ultimate. Qué más da. La ilusión era la misma, fichar y hacer un equipo que ni los extraterrestres de Space Jam. Juntar, qué sé yo, a Messi, Neymar y Mbappé, algo que en la realidad nunca iba a pasar.

Este verano al fútbol le ha faltado el parqué para parecerse más a la NBA. Han cambiado de aires jugadores top, los futbolistas se han hecho fuertes y los directores deportivos han fichado como tú compras cuando cobras: más por lo que te gusta que por lo que necesitas. Y nosotros no le hemos quitado el ojo. El mercado de fichajes se ha convertido en un Gran Hermano. Los jugadores iban a Twitch como si fueran al confesionario a hablar con el súper. “Aquí todo se magnifica”, les faltó decir. Y ese seguramente sea el problema. El fútbol se ha convertido en un deporte intensito. Cada vez más show.

El mercado de fichajes no es ni mejor ni peor. Es distinto, lo que vuelve a demostrar que el fútbol cambia más rápido que un preadolescente. “Todo lo que rodea al fútbol se ha convertido en un tuya-mía entre ilusiones e insatisfacciones que ya no depende del juego en el campo sino en los despachos”, escribió hace poco Carlos Marañón. Y en los despachos, entre otras muchas cosas, están intentando que el Mundial se celebre cada dos años. Siguen sin entender que lo bonito del Mundial, aparte del Mundial, son los cuatro años en los que pensamos en el Mundial. Las cosas que pasaron sólo una vez son las que mejor recordamos. La repetición es olvido.

Que se quieren cargar el fútbol parece claro. Ojo, reaccionarios, el fútbol de antes seguramente no era mejor. La nostalgia hace trampas. No odias el fútbol moderno, odias lo feliz que eras en el fútbol de antes. Está bien que las cosas avancen. El problema en el fútbol, y casi en todo, es que se confunde el progreso con el privilegio de unos pocos. El fútbol huele menos a hierba y más a aftershave. Ya visita menos el Decathlon y más el Massimo Dutti.

Dándoles el beneficio de la duda, cuanto mejor quieren que sea el fútbol, más te lo quitan. Cuanto más se acerca a los focos y al brillibrilli, más se aleja de ti. El fútbol es más perfecto, pero peor. Menos tuyo. Se empeñan en asentar verdades a un deporte que se nutre de las mentiras. El fútbol es ficción. El fútbol es memoria. Nada es del todo cierto. Te gusta el fútbol por lo que podría pasar, no por lo que pasa. Te gusta el fútbol porque sólo se parecía a la PlayStation por Messi, que lleva años jugando con un mando trucado y con un parche que nadie tiene ni tendrá. No te gusta el fútbol porque haya un equipo con Messi, Neymar y Mbappé, te gusta el fútbol porque podías imaginar un equipo con Messi, Neymar y Mbappé.

Imagen de portada: Kristian Kane/Focus Images Ltd