Guardiola, Pochettino y los códigos de la Champions


El fútbol no tiene una explicación lógica. No es una ciencia exacta. Y seguramente por eso mismo nos gusta tanto. Todo lo que ocurrió la noche del miércoles en el Parque de los Príncipes posee un componente emocional y psicológico indivisible al desarrollo táctico del encuentro. El partido cambió como mínimo dos veces de dueño, desde el minuto uno al 90, y ese factor tan puramente mental le aporta un valor realmente particular a esta competición; ese carácter tan complejo y escurridizo es el que le da una naturaleza tan especial y distintiva a la UEFA Champions League. Resumiéndolo mucho, antes de entrar en harina, podríamos decir que el encuentro dejó una parte para cada equipo. Si el PSG fue claramente mejor en la primera, que lo fue, con y sin balón, la segunda mitad del partido fue propiedad de un Manchester City que creció desde la disposición táctica de su entrenador. Pep Guardiola cambió muchas cosas a lo largo del encuentro, desde el sistema a la colocación de los propios futbolistas, y esos reajustes provocaron un efecto tan poderoso que el dominio y el resultado (dos cosas que no siempre van de la mano) cambiaron de dueño tras el descanso. Así de absurda, impredecible y hasta puñetera (si se me permite) es la Champions League.

El PSG salió desde el arranque en su habitual 4-2-3-1 (fase ofensiva) que, tras pérdida, automáticamente se transformaba en un 4-4-2 en línea (fase defensiva) en el que su mediapunta, Marco Verratti, pasaba a ocupar el volante izquierdo del dibujo, mientras que Neymar Jr. y Kylian Mbappé defendían juntos en la primera línea. Desde ese plan tan perfectamente estudiado, casi hasta la robotización de los automatismos en cada fase del juego, el PSG consiguió imponerse en el primer tramo de la primera parte jugando con los nervios de su rival. A partir del minuto 10, que es cuando el partido empieza a virar hacia los intereses parisinos, Neymar Jr. hizo acto de presencia y sus acercamientos al balón, bajando a una zona muy próxima a la posición de Verratti y Paredes, provocaron el primer efecto diferencial en el desarrollo del encuentro. El PSG consiguió inclinar el campo. Su talento empezó a imponerse. Y en ese escenario provocado por la inercia de los acontecimientos, llegó el 1-0. Un remate perfecto de cabeza de Marquinhos en una acción a balón parado.

PSG 1 (Marquinhos 15′)
Manchester City 2 (De Bruyne 64′, Mahrez 71′)

PSG-CITY vs Away team - Football tactics and formations

Un primer momento crucial en el análisis del duelo porque el gol afectó enormemente al Manchester City. Todos los goles provocan un efecto psicológico en los dos equipos. Fueron, son y serán siempre el motor de este deporte. Pero ese efecto en Champions es paralizante. A los futbolistas, incluso a los del nivel de este Manchester City, se les empieza a nublar la vista. Llegan las dudas. Y estas, si nada ni nadie lo evita, se acaban apoderando del sistema nervioso individual y colectivo de todo un equipo. Con el gol en contra, y un PSG perfectamente organizado tras pérdida, el Manchester City entró en la habitación del pánico. Nadie reconocía al compañero más cercano. No había escapatoria. Y sin referencia a la que agarrarse, pese a que Guardiola empezó a agitar la pizarra desde la banda, el PSG se alimentó de esos problemas para reforzar aún más el plan que tan bien le estaba saliendo: todo el equipo defendía en pocos metros, muy junto, y, tras recuperación, Verratti, Paredes y Neymar se encargaron de hacer progresar las transiciones del equipo apoyándose siempre en la referencia liberada (en los tres carriles) dándole pausa y cierta jerarquía a la situación.

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El primer tiempo del PSG fue muy serio en todos los sentidos. Di María (derecha) y Verratti (izquierda) eran los dos volantes del equipo en el repliegue, ambos situados a la misma altura que Paredes y Gueye, y este último cumplió una misión muy concreta: lejos del área de Keylor Navas, cada vez que el Manchester City trataba de superar la línea divisoria de los dos campos para instalarse a través de la posesión, Gueye saltaba sin miramientos sobre el poseedor del esférico, mordiendo su posición y disuadiendo la respuesta que este pudiese ejecutar ante su presencia. Y cerca, cuando el City ya se había conseguido posar en terreno rival, su objetivo era que nadie pudiese recibir a su espalda. Gana Gueye, por tanto, defendió en las dos direcciones, hacia delante y hacia atrás, y ese recorrido cumplió con el objetivo perseguido por Mauricio Pochettino: que su rival no encontrase situaciones (ni opciones de pase) que le permitiesen asentarse, controlar, desbordar y girar su propio sistema defensivo a través del escalonamiento de distintos actores y referencias en todas las alturas y carriles por delante del balón. Algo que Pochettino traía bien estudiado de casa.

El Tottenham de Pochettino fue mejor en la primera parte. Foto: Aleksandar Djorovic/Focus Images Ltd
El Tottenham de Pochettino fue mejor en la primera parte. Foto: Aleksandar Djorovic/Focus Images Ltd

El partido cambió radicalmente tras el descanso. Guardiola, como decíamos unas líneas más arriba, movió el árbol, probando a intercambiar las posiciones de Kevin De Bruyne (bajó al interior derecho), Bernardo Silva (pasó a actuar como ‘9’) y Phil Foden (con la presencia de Cancelo/Zinchenko en banda izquierda, pudo jugar mucho más liberado), y el efecto no se hizo esperar. El Manchester City dio un claro paso al frente en los segundos 45’, aprovechando que el PSG recuperó su versión más reactiva en un duelo de estas características, y el partido cambió de manos gracias, en parte, a la reacción de Guardiola en su pizarra. El cuadro citizen había arrancado el encuentro sin una referencia fija por delante de la línea del balón, ya que De Bruyne, en teoría, fue quien inició el partido como delantero, pero el jugador belga vivió constantemente alejado de los dos centrales del PSG, Marquinhos y Kimpembe, y por momentos, como viene siendo ya habitual esta temporada, la posición más adelantada del sistema se convirtió en una zona de paso para que Phil Foden, Bernardo Bernardo y el propio Kevin De Bruyne se repartiesen esa responsabilidad sin que el equipo dejase de tener ocupadas todas las zonas y posiciones dentro del dibujo. Importante.

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El 1-1 de los ingleses llegó en un balón centrado al área por el propio De Bruyne que Keylor Navas, desacertado, no llega a despejar de su propia portería. Y entonces el que cayó en la sala del miedo fue el PSG. Sin opción de salir al espacio con la misma claridad, continuidad y profundidad que en la primera parte, pues el equipo estaba cada vez más abajo y el City, en consecuencia, defendía cada vez más cerca de su propia pérdida, el cuadro parisino volvió a comprobar de primera mano lo cruel que puede ser esta competición con el mínimo error. El 1-2, con el Manchester City muchísimo más volcado y mejor organizado en campo contrario, llegó en una falta directa de Mahrez que se coló por el único agujero que habilitó la barrera. Y a continuación, para más inri, el PSG se quedó con un hombre menos por la expulsión de Gueye. Es decir, en poco más de 10 minutos (que es el tiempo que pasa entre el gol del empate y la cartulina roja al centrocampista senegalés), el PSG dejó escapar una ventaja valiosísima en una eliminatoria de Champions League, y el Manchester City demostró que la determinación es completamente independiente en muchos casos al propio juego. Clave.

Pep Guardiola le dio la vuelta al partido a través de la pizarra. Foto: Steve McCormick/Focus Images Ltd
Pep Guardiola le dio la vuelta al partido a través de la pizarra. Foto: Steve McCormick/Focus Images Ltd

En ese escenario, De Bruyne le dio a su equipo el carácter necesario para remontar en una cita de estas características. Y aunque Neymar (sobre todo) y Di María lo siguieron intentado, el partido también dejó claro que la actividad de Mbappé pierde mucha presencia al jugar tan alejado (él tampoco hizo ademán de acercarse) de la zona en la que se encuentra el esférico. Quedan, como mínimo, otros 90’ de eliminatoria, y a la vista está que en cualquier momento, porque esto es la Champions, puede ocurrir de todo, pero este primer partido, ante todo, ha dejado una cosa clara: el Manchester City 2020-21 no necesita jugar perfectamente para ganar, como ya demostró en la anterior ronda de cuartos ante el Borussia Dortmund, y ese control de las emociones y de las situaciones, en este caso gracias a la pizarra de Pep Guardiola, es una diferencia sustancial para seguir creyendo que este equipo, el mejor del año 2021, está perfectamente capacitado este curso (técnica, táctica, física y mentalmente) para acabar levantando la Orejona. Como ya dijimos con Zidane y Gasperini, hoy, con Pep, toca repetir que si el fútbol es de los futbolistas es gracias a entrenadores como Guardiola.

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Foto de portada: Russell Hart/Focus Images Ltd.