Kosovo y el efecto Streisand


No penséis en un elefante rosa. Bueno, pues ya habéis pensado en un elefante rosa. El artículo podría terminar aquí. Si quieres que una persona haga algo, solo tienes que decirle que no lo haga. La serpiente y la manzana. El palo y la zanahoria. Cuando te prohíben algo, es cuando lo quieres. Desde el niño que le dicen que no abra esa puerta y es cuando más quiere abrirle hasta decisiones estatales como la de la Ley Seca. Fue instaurarla y dispararse el consumo de alcohol en Estados Unidos. La forma más sencilla de incentivar algo es prohibiéndolo. No a veces es sí.

Pasó en la antigüedad, pasó con las caricaturas en revistas satíricas, pasó con las fotos de las hijas de Zapatero y pasó con Fariña. Es lo que en Internet se conoce como el efecto Streisand: querer censurar un hecho provoca que tenga más visibilidad que si no se hubiera censurado. Psicología inversa. Se le puso ese nombre en 2003, cuando Barbara Streisand denunció a un fotógrafo por una imagen en la que se veía su mansión. La fotografía, obviamente, se viralizó. Y encima cada vez que pasa algo similar, ya estamos todos con el efecto Streisand y a mirar por qué se dice así y vemos la fotografía de su casa, justo lo que ella no quería. No hace falta ponerle el nombre moderno. Es lo que hemos hecho toda la vida. Llevar la contraria. Hablando en plata: joder.

Kosovo. Territorio de Kosovo. Federación de fútbol de Kosovo. El último episodio de esta larga lista de bochornos. Juan Carlos Rivero jugó al tabú durante todo el partido. No podía llamarle queso al queso. Quién iba a pensar que por ponerlo en minúscula mucha gente se preguntara por qué lo ponían en minúscula. Quién iba a pensar que por no llamarle Kosovo la gente no se iba a interesar en saber por qué no se le llamaba Kosovo. El resultado, está claro: Kosovo fue Trending Topic.

El ridículo –eso sí que fue mayúsculo– al menos sirvió para algo. El fútbol, plot twist, es política. No se podía saber. Mientras España sigue sin reconocer a Kosovo como Estado soberano desde que se independizara de Serbia en 2008, tuvo que hacer un ejercicio de malabares para no recibir sanciones de UEFA o FIFA, como ya le pasó con el COI. El juego de trileros no funcionó. Fue el truco de uno mago de pacotilla.

Todo es política. Ayer se disputó una final de Copa que, con público, abriría los telediarios por motivos no futbolísticos. Hay política en el Mundial de Qatar, hay política –y decencia– en no querer que se dispute el Mundial en Qatar. A estas alturas es difícil defender que hay que separar política y fútbol. Por eso, psicología inversa: hay que separar política y fútbol.

Imagen de portada: Paul Chesterton/Focus Images Ltd