Kun Agüero, vamo a jugar


El fútbol es infancia. Nadie se aficiona a él con veinte años. La pasión crece en el inconsciente, cuando no sabes ni atarte los cordones. Y después ya se queda, con barba, con canas, sin pelo, como un chicle reseco al que le ha dado el sol. No es solo cosa de los aficionados. Los futbolistas juegan para seguir siendo niños, para rememorar aquel gol que marcaron con cinco años o aquel título que celebraron con su abuelo. Por eso los futbolistas que son felices son los que mejor juegan.

Kum-Kum, el origen del apodo de Agüero, es el protagonista de una serie de dibujos animados. De baja estatura, media melena lacia y de color petróleo, es un niño cavernícola que está todo el día haciendo travesuras. Ya en la cabecera de la serie se le ve corriendo sin parar. Teniendo en cuenta que el mote se lo pusieron sus abuelos cuando Agüero era pequeño, fue un acierto rotundo. Eso fue lo que hizo el argentino durante su carrera: correr, divertirse, ser travieso.

Llegó a España sin pedir permiso. Acostumbrados a que los jóvenes trataran de usted a los defensas de nuestra liga, el Kun hizo gripar a todos los centrales. No corría, pedaleaba. No regateaba, garabeteaba frente a los rivales. Nos dijeron que era futbolista pero parecía un sastre: un traje tras otro a los rivales. Descubrimos el tren inferior, que un brasileño podía meterse en el cuerpo de un argentino y que era posible meter culebras en la cintura de alguien. No jugaba al fútbol, bailaba cumbia.

Y a partir de ahí, de la diversión, de un fútbol hedonista, de un objetivo infantil en el buen sentido de la palabra, llegó todo lo demás. Escribes y lees porque existe la imprenta y llamas porque se creó el teléfono. El City y el Atlético hoy ganan títulos porque Agüero se sacó de la chistera los goles. En la final de Europa League ante el Fulham le dio las dos asistencias a Forlán. La última, en el abismo de la prórroga, después de una carrera y un cuerpeo, como el que se marca el mejor baila a las seis de la mañana. Primero título colchonero en catorce años. Después, ya sin él, levantaron ocho trofeos en once temporadas. Y como citizen marcó el gol con el que todos sueñan pero que solo los niños cumplen, porque para los críos los sueños, como los Reyes Magos, existen. Primera Premier League, tercer título de liga casi cincuenta años después. En los años siguientes del City, ya sabéis lo que viene. Pero para empezar a escribir la historia de otro color alguien tiene que cambiar la tinta.

En su faceta de gamer, la frase más famosa del Kun es “vamo a jugar”. Ya podía haber hablado antes de la explosión de Líbano o de que se le había roto el joystick del mando. Bebía un trago, suspiraba, dejaba un paréntesis de unos segundos y repetía la frase. Y eso, jugar, es lo que ha hecho siempre Agüero, todavía con un pie en la infancia. Por eso, si ya da rabia que a alguien le roben la felicidad de hacer lo que le gusta antes de tiempo, peor es hablar en pasado de alguien que ha respetado la esencia del juego. La bandera que, sin saberlo, enarbolaba el Kun en cada partido habría que guardarla en el santo grial, en el cáliz de fuego en la caja de zapatos que nunca tiras. Es la alegría de jugar como un niño.

Imagen de portada: Agencia Andes