La Champions es comunista – MarcadorInt


Se sabía que la Champions era caprichosa. También traicionera. A veces tenía un punto de vengativa, incluso cruel. En según qué rondas se convertía en un trol. Dejaba que algunos equipos se hicieran ilusiones hasta el tiempo añadido, hasta la prórroga, hasta los penaltis. Ahí aparecía el pulgar hacia abajo. Después el índice de Nelson, de los Simpsons. Ja-Ja. A la Orejona nunca le ha gustado que le vayan detrás. Se ha cebado con quien más la deseaba. Al PSG lo ha castigado con dos remontadas dolorosas. Al Barça, con un álbum del infierno: Roma, Liverpool, Lisboa. Esta temporada, después de haberlo masticado, lo escupió. Y ahí está su idilio con el Madrid, el más despreocupado, el que más disimula quererla.

Se sabía todo esto, pero este año la Champions está siendo especialmente cruel con los clubes ricos. No quiere megaproyectos. No hay atajos, ni calculadora, ni fastwins. Cuanto más rápido quieras llegar hacia mí, más tarde llegarás, parece decir la copa. Ahora que se sigue el rastro del dinero, la Champions se clava como San Pedro a las puertas de la gloria. Pasa lista, como si fueran facturas, del dinero que se han gastado. Y a algunos les dice aquello de “sois tan pobres que solo tenéis dinero”.

Esta temporada a la Champions no le gusta el dinero ni tampoco las individualidades. Prefiere el concierto de una orquesta que el de un solista. Cuando la industria habla más de las estrellas que los equipos, cuando los jugadores ocupan portadas y tienen más seguidores que el escudo que defienden, la Champions ha tirado el tablero. Messi y Cristiano, los reyes, ya no están. Vlahovic, Mbappé y Haaland, los príncipes, tampoco. Este curso, como si la Champions fuera dando lecciones, priman los imperios por encima de las figuras reales. En un deporte de equipo que se estaba convirtiendo en el deporte de algunas estrellas, la Champions ha acabado con el individualismo. El colectivo, parece susurrar en cada eliminatoria, está por encima de todo.

A la Champions nunca le ha gustado lo pomposo. Parece decantarse por los humildes, como si prefiriera a Di Matteo antes que a Al-Khelaifi. Siempre se ha reído un poco de todos, especialmente de los futuristas que derrumban equipos en invierno. El Barça de Luis Enrique la conquistó cuando en enero parecía que el técnico asturiano iba a conquistar el SEPE. Zidane, que en diciembre ni era entrenador blanco, también la ganó. Este año había dudas con el Atlético, se auguraba el fin del cholismo. Pase, por favor, le dijo la Champions. A veces es un juicio casi arbitrario. A saber lo que nos espera la próxima temporada. Pero esta, en una dinámica cada vez más dirigida por el dinero, la Champions ha cambiado de rumbo. Este año, la Champions es comunista.

Imagen de portada: forzaq8 bajo licencia Creative Commons 2.0.