La última noche en Getafe


El Getafe, hace menos de dos años, llegaba a la última jornada de La Liga con posibilidades de acabar cuarto y clasificarse para la Champions League. Ayer por la noche recibía a un club, el Real Madrid, que iba a publicar unas horas después un documento que impedirá al conjunto azulón -y a cualquier otro de su tamaño y naturaleza- acceder a la máxima competición continental aunque alguna vez logre terminar su campeonato nacional entre los primeros. Quizá para no tener que hablar de ello mirando a la cara a los directivos rivales, Florentino Pérez esperó a haber llegado a su casa para dar la orden de lanzar el comunicado.

Nos dirán que la UEFA es muy mala. Que se queda mucho dinero y que los que lo generan son los grandes clubes. Convendría recordar que las plantillas que presentan estos súper equipos es también el producto del trabajo de academias como la del Dinamo de Zagreb, que formó a Modric, o la del Sporting de Portugal, que completó la tarea que había iniciado el Nacional de Madeira con Cristiano Ronaldo. Para que esas canteras puedan funcionar, es fundamental que sus primeros equipos formen parte de la pirámide del fútbol: que sepan que, cuando lo hagan muy bien, podrán enfrentarse a los mejores y recibir mayores ingresos. Si estas instituciones no existieran, los talentos tendrían muchas más dificultades para recorrer el camino hacia la élite. También sin una UEFA que no repartiera gran parte de los beneficios que generan sus competiciones entre federaciones pequeñas para que éstas puedan gozar de mejores instalaciones y puedan pagar a mejores entrenadores para las categorías inferiores. El típico tertuliano que repite los argumentos que le dan sus fuentes fundadoras de la Superliga y que cree que la UEFA se queda el dinero para enriquecerse a sí misma no ha recorrido el continente para conocer qué mejoras en infraestructuras de países menos desarrollados futbolísticamente se han financiado gracias a la política de redistribución y solidaridad del máximo organismo europeo. Los que frecuentan la burbuja de los cuatro palcos más glamourosos del continente no pueden hacerse ni una idea aproximada de qué es en realidad el fútbol europeo.

El anuncio de la Superliga llega cuando ya hemos escrito tantos artículos sobre el peligro que representa para el fútbol que ya no nos quedan argumentos nuevos. Al menos nos han dado tiempo para llegar preparados a la batalla: sabíamos desde hace más de diez años que se iba a dar y hemos acumulado razones para la pelea. Razones que, fundamentalmente, tienen que ver con los hinchas. Yo, que emocionalmente dependo de los resultados de un equipo que jamás ha jugado la Champions League, me siento a ver la máxima competición continental soñando con poder estar un día allí. Me llamaréis iluso, pero es este sueño el que fundamenta la naturaleza del aficionado. Saber que, si tienes unos cuantos años seguidos muy buenos, puedes llegar a competir en el torneo de los mejores. Y que esta máxima es aplicable a cualquier equipo: incluso a los que están en tercera regional. Tener consciencia de que todo el fútbol está interconectado, y que todos jugamos en ligas que forman parte del mismo sistema. El Can Rull Rómulo-Tronchoni y el Manchester United. Ahora, sin embargo, nos cuentan que no importa cuánto ganemos: si no hemos sido elegidos de manera arbitraria siempre formaremos parte de estructuras secundarias. Y más grave aún: no importa cuánto pierdan. Hay doce clubes que pueden hacerlo reiteradamente mal, pero siempre tendrán su plaza asegurada. Es algo que no obedece a ninguna lógica, pero sobre todo no obedece a ninguna lógica deportiva.

Hace unos cuantos años me preguntaron que por qué manteníamos abierta esta web si la realidad había constatado que jamás íbamos a poder vivir de ella. Yo contesté que había que mantenerla viva a la espera de que llegara nuestro momento. El momento de dar la batalla. Que llegaría un día en el que la íbamos a necesitar para defender nuestra posición ante los trágicos cambios que se avecinaban en el mundo del fútbol. Este momento ha llegado. No sé aún qué haremos ni cuán grande será la estructura. Dependerá también de cuánta gente nos pueda ayudar a sostenerla. Ya sabéis que tenemos un Patreon abierto donde unas 440 personas colaboran con nosotros para que este proyecto se pueda autogestionar. Ahora los necesitamos más que nunca, y necesitaremos aún a más gente si queremos construir una resistencia fuerte.

Anoche en Getafe el fútbol desprendía un halo de tristeza. Se daban los últimos pases antes del anuncio inminente. Jugaban, de tú a tú, once contra once, dos clubes que unas horas después iban a pasar a pertenecer a mundos diferentes, no conectados, inalcanzables el uno para el otro. Era una especie de rareza, como dos dimensiones encontrándose antes de separarse para siempre. Fue la noche previa al resto de nuestras vidas.