No hagamos al fútbol inmortal


Ser mortal no tiene muchas cosas buenas. Más allá de lo obvio, lo que siempre me ha molestado de tener que morir es todo lo que me voy a perder: películas, discos, partidos de leyenda, la llegada de los extraterrestres… yo que sé. Nunca paladearemos cosas que surjan en nuestro post-mortem. Y jode. Sólo la singularidad salva nuestra existencia de ser algo lamentable de principio a fin. En la adaptación de Troya de Wolfgang Petersen, infravalorada por cierto, Aquiles (Brad Pitt) le dice a una sacerdotisa Troyana: “Te contaré un secreto, algo que no se enseña en tu templo: los dioses nos envidian. Nos envidian porque somos mortales, porque cada instante nuestro podría ser el último, todo es más bello porque hay un final. Nunca serás más hermosa de lo que eres ahora, nunca volveremos a estar aquí…”. No hay mucho más que contar.

Recordamos los mejores días de nuestra vida en un pequeño rincón del cerebro y muy de vez en cuando, cuando intentamos dormir, nos van volviendo. Si cada día fuera como ese recuerdo, dejaría de ser bueno y sería un puto día más.

Por el bien del fútbol, no deberíamos montar ninguna Superliga donde sólo jueguen los grandes (los ricos, en realidad). Es el “pan para hoy, hambre para mañana” más claro que nunca se nos ha colocado ante nuestras narices. Conozco gente que piensa que los clubes mediáticos sólo deberían jugar entre ellos, resulta que los señoritos se aburren. Lo que nosotros sabemos, sin embargo, es que cuando llegue el día que ya no les distraiga ver sólo partidos entre gigantes y todo esto que ahora tenemos haya sido quemado en favor de su avidez de fast food e ínfulas grandilocuentes, mirarán hacia otro lado, buscarán nuevos sitios donde ocultar sus complejos y el resto pringaremos. Es difícil contener que cada día se polarice más el flujo de seguidores hacia los que ganan, de hecho es lo normal, pero si adaptamos un sistema que permita el acceso sólo a los ganadores, la mayoría de ellos acabarán por convertirse en perdedores y el filtro cada día será más pequeño. Ya no habrá más días de gloria para los humildes, colaboraremos en su olvido y en la pérdida de masa social, los dejaremos morir y  cerraremos  esa compuerta para siempre.

¿Y luego qué? A jugar los mismos, una y otra vez, una y otra vez hasta que pase de nuevo lo que está pasando ahora: la gente se cansará. Los Barça-Liverpool o Bayern-Madrid que ocurren en finales o semifinales, muy de vez en cuando, serán otro Barça-Liverpool y otro Bayern-Madrid, cómo lo fueron ayer y lo serán mañana.

Siempre seremos igual de hermosos, siempre volveremos a estar aquí.

Foto de portada: MarcadorInt/T. Martínez.