Partido Polish Boyfriend: Las dos formas de entender el fútbol en Salzburgo, cara a cara


Cuando el Red Bull de Salzburgo visitó el Bronby danés en la previa de la Champions, la hinchada local los recibió con una pancarta afirmando que ellos no son el verdadero club de Salzburgo. Unos botes de humo violeta adornaron la bienvenida a los austriacos, que ganaron con cierta facilidad. Los aficionados del Brondby se solidarizaban de esta forma con la afición del Austria, el otro club de Salzburgo. Pocos casos como el de este ciudad ejemplifican el fútbol moderno y sus caminos, siempre complicados.

En 2005 el Austria de Salzburgo, uno de los clubes más tradicionales del fútbol local, fue comprado por Dietrich Mateschitz. Este hijo de dos maestros de escuela de una población pequeña en el corazón de Austria, Santk Marein mi Mürtzal, se había convertido en uno de los austriacos más famosos gracias a su empresa, Red Bull. Su proyecto era mucho más que una bebida. Era la creación de una marca relacionada con una imagen de modernidad, patrocinando espectáculos deportivos de todo tipo, de las carreras de velocidad a saltos. Aunque el fútbol es otra cosa. Un deporte más tradicional. La llegada de Mateschitz provocó un escándalo, pues anunció su intención de rebautizar el club como Red Bull Salzburgo. “Hoy nace un nuevo club, hoy nace el Red Bull Salzburgo”, dijo anunciando un nuevo escudo y unos nuevos colores. Del violeta se pasaba al blanco y el rojo. Muchos hinchas lo consideraron una ofensa.

Mateschitz, miembro de una familia modesta con raíces croatas, vivió entre diferentes casas pues sus padres se divorciaron. Y se convirtió en un hombre adicto al riesgo. Tiene licencia para volar en aviones, se tira en paracaídas pasados los 75 años… Su gran éxito fue crear la bebida Red Bull en los 80, cuando pocos podían entender qué era eso de las bebidas energéticas. El negocio funcionó y Red Bull cada día se metía más de forma profesional, también en mercados donde se miraba con reticencia a esta marca austríaca, como la Fórmula 1 o la NASCAR. Si primero sorprendían, con el tiempo la gente empezó a respetar a las escuderías Red Bull y Toro Rosso. En 2004, otro paso: comprar el circuito austriaco de Österreichring, templo del motor austriaco: lo rebautizó como Red Bull Ring. Convertido en la marca austríaca de más éxito, nadie tenía un “no” cuando negociaba con el excéntrico Mateschitz, quien dejaba entrar a la prensa a su hangar lleno de aviones de todas las épocas. O los subía a uno de ellos, con él mismo pilotando.

Su llegada al mundo del fútbol fue otra revolución. Pisando fuerte. En abril del 2005 nacía el Red Bull Salzburgo y en marzo del 2006, el Red Bull New York de la MLS, creado sobre la base del NY MetroStars. En 2007, creó una academia de fútbol en Brasil con su propio club, el Red Bull Brasil. Y en 2009, el RB Leipzig en Alemania. En la página web de la marca se puede leer esto: “Red Bull entra por primera vez en el fútbol profesional cuando decide comprar todas las acciones de un equipo en Austria, el SV Austria Salzburgo. El cambio a FC Red Bull Salzburg le vino como perlas al equipo, ya que con la inversión y los cambios venideros el equipo, de 2005 a 2014, nunca acabó los torneos por debajo del segundo puesto. Y a la fecha, desde 2005 ha quedado seis veces campeón”. No mienten. El Red Bull de Salzburgo se ha convertido en un club envidiado, capaz de ganar la Champions juvenil y quitar a Viena la condición de capital futbolística del país. En 2006 ya acabaron segundos en la liga y en 2007 ganaron la liga. De las últimas 10 ediciones del torneo, han ganado 9. Las últimas ocho de forma consecutiva.

Y cierto es que la llegada de Red Bull permitió que Salzburgo se convirtiera en la capital futbolística de Austria. ¿Aunque cuál fue el precio que se pagó por ello? Pues la división. Muchos hinchas del club sintieron que les quitaban su identidad. “Llega una empresa, compra un club, le pone su marca, tiene todo el poder y toma decisiones pensando en ganar dinero. Eso no es nuestro fútbol”, dijo en 2005 Fredy Scheucher, uno de los portavoces de la plataforma de hinchas del Austria de Salzburgo enfadados con esa operación. El club ya había sufrido cambios de nombre por razones empresariales antes, como esos años en que se llamó Casino Salzburgo y llegó a una final de la UEFA, perdida contra el Inter en 1994. Pero esto era diferente, ya que el nuevo propietario anunció que compraba la plaza, liquidaba absolutamente todo el pasado y fundaba un nuevo club. Mateschitz incluso dijo que la fecha de fundación del nuevo club era esa, 2005. Y no 1933, la fecha de fundación del viejo Austria de Salzburgo, equipo que había ganado tres ligas, todas entre 1994 y 1997, cuando ganaron tres en cuatro años. Aunque esos años la entidad gastó demasiado, sufriendo problemas económicos que abrieron la puerta a un comprador que aparecía como un salvador, primero. Y luego, como el refundador del fútbol en la cuarta ciudad más grande del país.

La irrupción de Mateschitz provocó fuertes debates en 2005. Hasta el punto que el primer partido jugado con dos toros rojos en el escudo, miles de hinchas abandonaron el campo en señal de protesta. Muchos más se quedaron en su sitio. El setiembre del 2005, los hinchas que no se sentían representados por uno de los primeros clubs que adoptaba oficialmente el nombre de una marca comercial fundaron un nuevo club amateur, un nuevo Austria de Salzburgo, con los colores y símbolos de la vieja entidad. Empezaron en la categoría más modesta de toda Austria. Algunos de los fundadores de ese club incluso viajaron para tomar consejos a Londres para hablar con los fundadores del AFC Wimbledon, el equipo inglés creado por los hinchas cuando un empresario sacó al viejo Wimbledon de sus barrios y se lo llevo lejos.

Pese a ello, la mayor parte de los aficionados se quedaron con el Red Bull Salzburgo. La nueva entidad ofrecía una cosa nueva: ganar la liga casi cada temporada y luchar en Europa con buenos jugadores y entrenadores valientes como Roger Schmidt, Oscar García Junyent o Jesse Marsch, un chico de Estados Unidos formado en la franquicia de la casa de Nueva York. Si el proyecto nació en Salzburgo, ahora ya se trata de una Red conectada de clubes en todos los continentes, con algunos aficionados temiendo que se cuide más al RB Leipzig, el club alemán, oficialmente separado legalmente, aunque todo el mundo sabe que comparten padre. Jesse Marsch por ejemplo, ha dejado Salzburgo para ir a Leipzig. “No olvides tu casa pues tienes la oportunidad de hacer cambios y convertir el Red Bull de Salzburgo en un club líder en Europa”, decía un comunicado de los hinchas después de ver cómo Naby Keita pasaba de Salzburgo a Leipzig justo antes de un play-off de Champions League de los austríacos, en 2016.

Vivo en la Champions, el Salzburgo se encamina hacía otro título de liga. ¿Y el Austria de Salzburgo? Pues sufre. Debutó en la séptima división en 2006. Perdió un solo partido y ascendió. En la temporada 2007/08, perdió otro partido y ascendió a Quinta. En la 2008/09, otro ascenso, con una sola derrota otra vez. Y en la 2009/10, ascenso a Tercera con cuatro derrotas. En Tercera tocó jugar cinco años, hasta el ascenso de 2015 a Segunda. El club volvía por fin a grandes estadios, después de años con 2.000 hinchas visitantes en campos amateurs sin gradas. Con tipos con bengalas en laderas de montes verdes mirando un partido. La mayor parte de los ultras del viejo club se largaron al nuevo, pues no aceptaban este modelo impuesto por Red Bull. Muchos de los aficionados de los eternos rivales del club, como el Rapid y el Austria de Viena, sacaron pancartas contra el Red Bull y en apoyo del nuevo Austria de Salzburgo, que gozó de las simpatías de mucha gente porque lo consideraban más popular. Sin intereses comerciales.

El club juega en el modesto My Phone Austria Stadion, un escenario donde se pueden reunir unos 1.650 hinchas, no más. Aunque para jugar en Segunda, la Federación exigía un campo más grande. El Austria de Salzburgo pidió poder jugar en el estadio grande de su ciudad, o sea, el campo donde juega el Red Bull y que lleva el nombre de esta bebida. El Stadion Wals-Siezenheim, inaugurado en 2003 para ser sede de la Eurocopa del 2008, fue bautizado con el nombre de Red Bull después de un acuerdo comercial: el campo es municipal aunque gestionado por Red Bull. Sea como sea, el nuevo Austria de Salzburgo pensó que podría jugar por primera vez como local en el nuevo estadio. No fue así. El Red Bull argumentó que no podía ceder el campo para no castigar el césped y el ayuntamiento aceptó. Al Austria de Salzburgo le tocó jugar dos partidos fuera de la ciudad y cargó contra el equipo grande, pues en los 18 meses anteriores a este incidente, el Red Bull había cedido su campo a otros equipos modestos para jugar partidos en 10 ocasiones. “No nos dejan el campo por ser nosotros. Lo han cedido a equipos de otras ciudades. A nosotros no. Es evidente la razón”, dijo un comunicado del Austria.

Sábado 9 de octubre, 15:00h, USK Anif – Austria Salzburgo

La rivalidad, pues, es muy fuerte pese a que el Austria de Salzburgo descendió en su primera temporada en Segunda con una media de 1.500 aficionados. O sea, llenaron su campo cada día. El descenso significó jugar el derbi con el filial del Red Bull, el USK Anif. En 2012 este club fundado en 1947 firmó un convenio y se convirtió en el filial de los toros rojos. Se modificó su nombre y pasó a jugar como FC Liefering, aunque todo el mundo sabía que es el filial, con la misma camiseta, escudo y vinculación. Además, se creó una nueva entidad llamada Anif, que actuaría como tercer equipo, empezando en Tercera división para garantizar que sobrevivía el nombre del viejo club, el USK Anif. Aunque a la vez, no deja de ser otro filial de los toros rojos. En el primer derbi Liefering-Austria, ganó el filial. Fue un golpe duro para los fieles del Austria, que llaman al filial de si enemigo FC Mordor.

La aventura en Segunda había dejado castigada la frágil economía de un club gestionado por los hinchas, que llegó a tener un millón de euros de deudas en 2016. La temporada 2016/17 pues llegó otro descenso, a cuarta. Solamente las donaciones de los socios salvaron un club que llegó a anunciar que aceptaría vender el 51% de sus acciones a una empresa si esta garantizaba respectar el nombre y el escudo. Poco a poco, el club aprendió de sus errores. Devolvió las deudas. Y ascendió otra vez a Tercera, donde esta semana le toca jugar de nuevo el derbi contra el USK Anif. O sea, contra el tercer equipo del Red Bull. Un derbi que duele a los fieles violetas, aunque de momento, han empezado bien la temporada y aspiran al ascenso a Segunda. Donde les esperaría otro filial, el Liefering. Las redes de Mateschitz llegan a todos lados, en espera de si llega el día del derbi de Salzburgo. Un Red Bull-Austria. Sería palabras mayores.

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Foto de portada: Werner100359 bajo licencia Creative Commons Attribution 3.0 Unported.