Partido Polish Boyfriend: Un derbi en una zona que no quiere ser moldava… y no se trata del Sheriff Tiraspol


Vivimos tiempos extraños. Con estados poco democráticos dictando las leyes del mercado de fichajes del fútbol, proyectos de Superligas y millones de aficionados descubrieron el Sheriff Tiraspol. Para empezar una nueva temporada de estos viajes sin salir de casa por Europa, nos colgaremos una medalla. Aquí seguimos las desventuras del Sheriff ya hace años.

Es la historia de Transnistria, esta pequeña franja entre el rio Dniéster y la frontera de Moldavia y Ucrania. Una zona convertida en una República independiente de facto gracias al apoyo ruso, aunque ningún estado la reconoce como tal. Oficialmente es parte de Moldavia, aunque en verdad este gobierno no tiene la capacidad de controlar esta zona. Y Transnistria es una zona llena de símbolos soviéticos, un agujero diplomático, un símbolo del pasado. De esas heridas que no se pueden cerrar. Los mapas mienten, pues los dibujan personas. Y si vemos un mapa moldavo, no podemos entender qué parte de su territorio anda por libre, con una empresa fundada por antiguos miembros del KGB, Sheriff, que ahora tiene un club en la Champions. Aunque ya hablamos mucho estos años del Sheriff. Si aún desconocen su historia, aquí tienen dos links sobre un derbi local y la historia de la zona.

Moldavia, considerado uno de los estados más pobres de Europa, tiene otra región con una identidad diferente. Si en Transnistria la gente se siente rusa, mientras en Moldavia se habla una lengua similar al rumano, en el sur se encuentra la región de Gagauzia. Allí nos vamos hoy. Si algún día un equipo de Gagauzia llega a la Champions, recordad este texto. Aunque no creo que suceda. Quién sabe.

Dom Sovetov, Tiraspol, Transnistria. Foto: Clay Gilliland bajo licencia Creative Commons 2.0
Dom Sovetov, Tiraspol, Transnistria. Foto: Clay Gilliland bajo licencia Creative Commons 2.0

Cuando en 1990 Transnistria se proclamó independiente sin pedir permiso a Moldavia, Gagauzia hizo lo mismo. Es más, se proclamó independiente antes que Transnistria, aunque por suerte en esta zona el conflicto no acabó con meses de guerra con tanques y muertos. Algún disparó sonó, aunque afortunadamente en Gagauzia las peleas fueron en el Congreso de Diputados. En alguna ocasión, pelea física, a tortazos. Al final, Gagauzia renunció a ser independiente aunque goza de un alto régimen de autonomía que les permite proteger su identidad. ¿Y quiénes son los gagauzios, se preguntará mucha gente? ¿Y cuándo hablaremos de fútbol? Empezamos por lo primero.

Los gagauzios, étnicamente, serían turcos. Por allá el siglo XIII, en Anatolia, se vivieron guerras civiles dentro del naciente Imperio Otomano. No entraremos en contar todas las desventuras de esos años, pues son tan complejos como apasionantes. Por allí andaban los mongoles saqueando todo lo que podían, los bizantinos intentando sobrevivir y los turcos peleados entre ellos, para ver qué rama mandaría. Los clanes derrotados se exiliaron. Escaparon. Y algunos acabaron por Crimea y por esa zona donde hoy se encuentra la frontera entre Ucrania y Moldavia. Muchos de esos turcos se convirtieron al cristianismo ortodoxo con el paso de los años: los gagauzios. Su lengua, por tanto, procede del turco. Su religión los emparenta con los rusos. Sus vecinos son ucranianos y rumanos. Un pequeño pueblo orgulloso.

Sábado 4 de septiembre, 16:00h, FC Saxan – Gagauziya-Oguzsport

Cuando la Unión Soviética se desplomó, los diferentes pueblos que vivían en sus fronteras sacaron polvo a sus viejos símbolos. E intentaron encontrar un nuevo camino. Los moldavos son un pueblo unido con el rumano: la misma bandera, la misma lengua, casi la misma identidad. Incluso el 15% de la población moldava sueña aún con ser rumana unificando los dos estados. En 1990, cuando se desplomó la URSS, el porcentaje de población a favor de la unión con Rumanía era aún más alto. Así que en Transnistria, los rusos que habían llegado con el ejército, se asustaron. Ellos querían seguir vinculados a Moscú. Y se independizaron con su apoyo. Los gagauzios también temieron no ser respetados y proclamaron su estado, como ya había sucedido en 1906, cuando proclamaron una efímera república de Comrat (su capital) que duró poco. En 1919 insistieron de nuevo sin suerte. Y en los años 80, con la perestroika, consiguieron por fin gozar de cierto autonomía. Si durante siglos el gobierno de Moscú no les dejaba educar en su lengua, en los 80 se convirtieron en aliados. Por eso hoy en día los gagauzios de esta zona, unos 170.000, prefieren mirar hacia Rusia que hacía Europa. En 2014, cuando Moldavia organizó un referéndum sobre si se debía intentar entrar en la Unión Europa, más del 95% de la población gagauzia votó en contra. En otro referéndum organizado en Gagauzia, más del 95% de la población votó a favor de proclamar la independencia si un día Moldavia se fusiona con Rumanía.

Como sucede en Transnistria, la influencia rusa permite a los gagauzios escribir su destino, aunque en términos más amistosos que los transnistrios. Es una región autónoma donde se imparten clases en su lengua, muy viva. Llena de símbolos de la vieja URSS, con un partido socialista local que gana las elecciones siempre. Moldavia sabe que si les quita libertades a los gagauzios, Moscú puede intervenir. Los gagauzios saben que dependen del apoyo ruso, con los que comparten fe ortodoxa. Y así esta pequeña región es una de esas realidades ignoradas por muchos de Europa.

Una realidad con su selección de fútbol no reconocida. En 2006, una selección gagauzia participó en un torneo de selecciones de fútbol organizado por la Federación de Fútbol de Chipre del Norte, otra zona europea compleja. Tenía sentido, porque los gagauzios son de origen turco. Con el paso de los años, Gagauzia ha enviado su selección, que tiene como símbolo un lobo, animal siempre muy vinculado al folklore turco, a diferentes torneos de selecciones de estados no reconocidos. Y cómo no, también tiene sus clubes. Esta semana, en la Tercera División rumana, se juega un derbi gagauzio.

El fútbol local no tenía mucho tradición, aunque en esos años 90, cuando Moldavia casi se rompe, las autoridades locales decidieron fundar el Bugeac Comrat, club que debía servir como símbolo de la causa gagauzia. Comrat es la capital. Una urbe de 20.000 habitantes que creció en los años 50, pues antes era poco más de un pueblo, ya que los gagauzios eran más de vivir en granjas, destacando como grandes productores de vino, uno de sus productos estrella. En 1992, cuando se jugó la primera edición de la copa moldava, el Bugeac ganó la final por 5-0 contra el CS Tiligul-Tiras Tiraspol, entonces el club grande de Tiraspol, ya que el Sheriff no se fundó hasta 1997. Imaginad la escena. Primera final de Copa de la Moldavia independiente y la juegan los equipos de dos regiones que se han proclamado independientes pues no quieren ser moldavos. El Tiligul-Tiras, por cierto, ganaría las siguientes tres ediciones de la Copa, mientras en Transnistria la gente moría. Casi un sin sentido que el fútbol siguiese pese a la guerra.

El Bugeac modificaría su nombre, para ser el Gagauzia FC, en esos años 90 cuando jugó en la Primera División moldava. Aunque en 1996, cuando la situación política se calmó en Gagauzia y ya no era necesario tener un embajador de su causa, los empresarios locales dejaron de apoyar a un equipo que acabó último perdiendo todos los partidos excepto dos. En un fútbol moldavo manchado por los amaños, muchos jugadores aceptaron dinero para encajar más goles, ya que no siempre podían cobrar su sueldo. El club desapareció y se refundó en Tercera saneado. Con un lobo en su escudo, volvió a Primera en 2011. Aunque gastó demasiado, sufrió una bancarrota y se ha refundado como Gagauziya-Oguzsport en 2017.

Ahora le toca ver cómo un club fundado en 2013 por viejos directivos de la entidad, el Olimpic, juega en Segunda, mientras ellos andan en Tercera, donde les toca jugar un derbi con el FC Saxan, club de Ceadîr-Lunga, la segunda ciudad gagauzia más grande. Se trata de un club curioso, pues se fundó en 2010. Y en 2015 ya debutó en competiciones europeas después de un ascenso meteórico a Primera y una quinta posición. El Apollon Limassol los apeó en el primer turno por un global de 4-0. Y el club se hundió tan rápido como ascendió, entre rumores de si los empresarios detrás del club, algunos vinculados al sector del vino, habían usado el fútbol para lavar dinero. O si habían comprado rivales. La triste realidad del fútbol moldavo. Y el gagauzio.

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Foto de portada: Злодей Андрей bajo licencia Creative Commons 4.0.