Superfútbol – MarcadorInt


Interpretaron que no nos emocionábamos con los héroes y nos presentaron a los superhéroes. Se ve que no estaba todo lo que queríamos en los mercados y llegaron los supermercados. El prefijo más temible también ha llegado al fútbol: la Liga se ve que no es suficiente y nos quieren imponer la Superliga y se supone que la Supercopa aspira a ser mejor torneo. Son pruebas más que suficientes para ver que habría que desconfiar de todo lo que empieza por súper: no parece más que confeti, fuegos artificiales donde reina el dinero. Superliga, Supercopa y Superfútbol. Parece una película mala de superhéroes a los que nadie les ha pedido que nos salven de nada.

No hay por qué odiar el fútbol moderno. Si la pelota sigue oliendo a machismo, homofobia y racismo, hace años era mucho peor. Pero los avances en las gradas, de la mano de la sociedad, contrastan con las dinámicas en el césped, también un fiel reflejo de la turbina turbocapitalista del mundo. Quizás lo que haya que empezar a odiar sea el Superfútbol. Es la filosofía de que la pelota es una máquina de generar dinero. El balón se parece cada vez más a un transformer que tan fácil aplasta al débil como de repente empieza a repartir dinero para acallar los pecados.

Cuando todo se justifica por el dinero es que no tiene justificación. Lo vimos esta semana con la Supercopa. Y ya lo vimos con la Superliga, que en el comunicado de su frustrada fundación solo esgrimía motivos económicos. Ni rastro del aficionado. En la jungla del capitalismo vale todo. Y si hay beneficio, hay que hacerlo, sea lo que sea. Si alguno levanta la voz, le dicen que es un romántico, que con eso no se come a final de mes. No es Florentino, no es Piqué, no es Rubiales. Es el capitalismo, que te aprieta el brazo y te susurra al oído. Es el mercado, amigo.

El dinero es invencible, pero eso no ha hecho falta inventar el superdinero. Se jugó un Madrid-Barça con camisetas daltónicas. El fútbol fue juego, se convirtió en espectáculo, se industrializó y ahora ya es un negocio. Las cuentas son una fórmula en las que no entra el aficionado. Porque suponemos que también quiere pervertirse, que también quiere que su equipo tenga patrocinios extraños para fichar a los mejores, que prefiere que su equipo reciba dinero por competiciones sin sentido. A nadie, por supuesto, se le ha ocurrido preguntarle, no vaya a ser que le lleven la contraria. Porque el fútbol, en un mundo movido por las manijas del parné, de los billetes, de los lereles, podría convertirse en una isla. O bueno, si lo preferís, en una superisla. Por eso no preguntan, porque el fútbol, pocas veces sujeto, muchas veces excusa, es su pretexto para ganar más dinero. Y aquí se acaba el partido.

Imagen de portada: MarcadorInt/T. Martínez