Thiago Silva, el central Rolls-Royce


“Otra exhibición de Thiago Silva”, escribió Henry Winter tras la victoria del Chelsea contra el Leicester (0-3) el fin de semana. “Como un maestro del ajedrez, pensando con antelación, leyendo el juego y a Vardy. Muy tranquilo, cabeceando con claridad y dando los primeros toques sin prisas a sus compañeros. También vocal y exigente en las raras ocasiones en que el Chelsea se abrió. Rolls-Royce of a player. Con 37 años”. Rolls-Royce. La marca de automóviles fue fundada en 1906 por Charles Stewart Rolls y Henry Royce, convirtiéndose en sinónimo de cualquier producto de alta calidad ya en 1916. “El mejor modelo de un determinado tipo de cosa”, dice el Cambridge Dictionary sobre lo que ha pasado a ser una expresión de la lengua inglesa: to be the Rolls-Royce of something. Y más de una persona se ha referido al defensa brasileño como un “central Rolls-Royce”. “Pensabas que sería una prueba hoy, el Burnley fuera de casa con un viento gélido”, dijo Paul Merson tras la victoria del Chelsea contra el Burnley la temporada pasada. “Chris Wood y Ashley Barnes al final no se acercaron a él, fue así de dominante. Rolls-Royce. Absolutamente excepcional”.

A pesar de los elogios y los logros de una carrera espectacular, el defensa del Chelsea parece seguir siendo, de alguna manera, infravalorado. Tal vez porque sea reservado y de bajo perfil mediático. Tal vez porque eligió, en el mejor momento de su carrera, pasar casi una década en el Paris Saint-Germain en lugar de hacerlo en un gigante europeo como el Real Madrid o el Barcelona, donde podría haber acumulado títulos de la Liga de Campeones. Desde sus inicios, sin embargo, Thiago Silva siempre ha tenido inconvenientes.

De niño fue rechazado varias veces en las pruebas de los gigantes de Río de Janeiro, llegando a pensar en abandonar la idea de ser jugador. Recordado por su madre que no tendría muchas más opciones profesionales por proceder de la parte más pobre de la sociedad carioca, acabó por no rendirse. En 2004, con 20 años, tuvo su primera gran oportunidad como profesional en el Juventude, un equipo del sur del país, entrenado por Ivo Wortmann. Allí, a una tierna edad y en un entorno desconocido, el defensa demostró lo que sería una constante en su carrera: necesitaría escaso tiempo para probar que era un jugador realmente especial. Siete años después, Filippo Inzaghi lo describiría en pocas palabras: “Thiago Silva forma parte de una nueva generación de jugadores fenomenales que quizás nacen una vez cada 100 años”, diría el mítico delantero italiano. “Es increíble lo bueno que es”. Pero antes de llegar a la élite mundial, el chico nacido en Río de Janeiro tendría que recorrer un largo y doloroso camino.

En ese año de 2004 pagaría con creces la apuesta que Wortmann había hecho por él: sería elegido por la revista Placar el tercer mejor central del Brasileirão y terminaría vendido al Porto a finales de temporada. En Portugal, sin embargo, no logró destacar; sólo jugó en el equipo B. Algo no iba bien con su salud. Se quejaba de dolores en los pulmones. En 2005 Wortmann firmó por el Dinamo de Moscú. Cuando llegó a Rusia, pidió rápidamente el fichaje del joven central. En la capital rusa, Thiago pudo entender la causa de los problemas físicos que le impedían jugar en Portugal: le diagnosticaron con tuberculosis y fue hospitalizado durante seis meses. “Casi me muero”, recordó en una entrevista. “Querían quitarle un trozo del pulmón”, dijo su madre, Ângela. “Dije que no, que nadie tocara el cuerpo de mi hijo”. Thiago pasó duros meses en un hospital en Moscú. “Las condiciones eran precarias. Estuve en una habitación diminuta, con un baño muy pequeño y una nevera. Mi cama estaba en una esquina, si me sentaba en ella podía lavarme la mano en el grifo directamente, así de pequeña era. El váter estaba en el suelo, en realidad no había váter. Cuando miro al pasado, veo lo mucho que sufrí para estar hoy aquí. No fue fácil para mí”, admitió.

Ivo Wortmann parecía ser su ángel de la guarda. Tras un breve paso por el club moscovita, se dirigió al Fluminense, el club de los amores de Thiago, que creció en una familia tricolor. Decidió llevarse al central con él. En enero de 2006 el Flu anunció el fichaje del joven defensa, recuperado de la enfermedad. A pesar de la floja temporada del equipo, Thiago destacó. En 2007, con la llegada de Renato Gaúcho, se consolidó como uno de los mejores centrales del país. El Fluminense ganó la Copa de Brasil, con él como protagonista. Pasó a ser conocido como O Monstro. En 2008 fue subcampeón de la Copa Libertadores y fue convocado para los Juegos Olímpicos de Pekín. En diciembre se despidió del Maracaná, con más de 50.000 personas gritando su nombre. El destino era el AC Milan, un club conocido por haber tenido algunos de los mejores defensas de la historia.

No tardó en conquistar los corazones de las leyenas del club. Alessandro Nesta afirmó: “Thiago prolongará mi vida como central”. Paolo Maldini declaró que el brasileño tenía las “condiciones físicas y técnicas de un campeón”. No estaban equivocados. En la temporada 2009/10, la Gazzeta dello Sport comparó la asociación de Silva y Nesta con la de Franco Baresi y Alessandro Costacurta. Poca broma. Pero ese fue el año del triplete del Inter. En la temporada siguiente, sin embargo, llegaría la conquista de la Serie A, la última de los rossoneri hasta hoy. “Es difícil identificar dónde puede mejorar todavía”, confesó Baresi con respecto a Thiago. “Ya ha demostrado tenerlo todo”. Zlatan Ibrahimović, su compañero de equipo fue más allá: “He jugado con grandes defensas como Thuram, Cannavaro, Piqué y Puyol, pero, si me preguntas, Thiago Silva está en otro nivel”.

Los petrodólares empezaban a caer del cielo en París. Y, en 2012, Zlatan y Thiago ficharon por el PSG. El brasileño se convirtió en el defensa más caro de la historia del fútbol (42 millones de euros). Optar por la Ligue 1 cuando había rumores de interés por parte de los gigantes españoles puede haberle costado a Thiago un mayor reconocimiento del que ha conquistado, sobre todo a nivel europeo. En Francia, sin embargo, los elogios se multiplicaban. “Es el Messi de los defensas”, afirmó Alain Roche en 2013. “La cuestión ya no es si es el mejor defensa del mundo, porque es simplemente uno de los mejores jugadores del mundo, mejor que Cannavaro cuando ganó el Balón de Oro”. Su etapa en París fue muy exitosa a nivel nacional, pero decepcionante a nivel europeo. En 2020, a pesar de declarar públicamente su interés por renovar con el PSG, el club optó por no ampliar su contrato. “Siempre he amado a Thiago Silva”, dijo Christophe Dugarry. “Aunque algunos digan que a veces le falta liderazgo y recurso mental, yo no cambio de opinión. Para mí, es un enorme defensa, me habría encantado tenerlo en mi equipo, y creo que será uno de los diez mejores defensas de la historia”, sentenció el campeón del mundo en 1998 tras la salida del central.

Y entonces el brasileño llegó al Chelsea de Frank Lampard. Al principio tuvo dificultades; el equipo era un desastre a nivel defensivo. Luego vino Thomas Tuchel, su último entrenador en París. Organizó la defensa alrededor de él. Literalmente. En el eje de una defensa a tres, Thiago se convirtió rápidamente en el líder de la zaga Blue. El Chelsea tuvo la segunda mejor defensa de la Premier League y en toda la fase de eliminatorias de la Liga de Campeones (siete partidos) encajó solo dos goles. Esta temporada, solo han encajado uno en Champions y tienen la mejor defensa de la Premier League. “Por encima de todo, se trata de una defensa construida a imagen y semejanza de Thiago Silva, de 37 años: tranquilidad con el balón, distribución inteligente, pero sobre todo voluntad de hacer el trabajo sucio”, escribió Jonathan Liew en el Guardian.

“Desde el primer día que lo conocí en París, se mostró como un profesional fantástico y un capitán excepcional”, dijo Tuchel recientemente. “Dar un paso al frente y llegar a la liga más dura de Europa a su edad demuestra el competidor que es”. Preguntado por su renovación -su contrato termina a final de temporada- fue conciso: “Depende de él”. Thiago y Tuchel se ayudaron mutuamente. Gracias a la astucia táctica del alemán, el brasileño por fin consiguió el trofeo que tanto había buscado en París: el de la Champions.

Pero queda la espina clavada de la Seleção. La Copa del Mundo. Se le ha criticado mucho a Thiago, sobre todo después del episodio de los octavos de final del Mundial de 2014, donde pidió no tirar un penalti y se puso de espaldas en la tanda contra Chile. Después de la victoria, lloraba incontroladamente. Decían que no tenía fuerza mental para ser el capitán. “No puedo ser esa persona débil si he estado haciendo esto toda mi carrera”, dijo en octubre a Globoesporte. “Todo lo que he pasado en mi vida, los momentos más difíciles, siempre he sido muy fuerte”. Thiago Silva fue uno de los mejores jugadores de Brasil en el Mundial, estando en el XI ideal del torneo. Y quizás lo más emblemático: no estuvo en el 7-1. Tras la Copa del Mundo, Dunga volvió a dirigir a la selección y el central desapareció de las convocatorias durante más de un año. Las razones para ello nunca quedaron claras.

Tite llegó a la Seleção en 2016. Thiago estaba de vacaciones en Miami con su mujer, cuando su móvil sonó. Ella contestó: “Es alguien de la selección”, le dijo. Pensó para sí mismo: “¿Selección? Hace año y medio que ya no formo parte de ella”. Pero de repente recordó que Dunga había sido despedido.

— Soy Adenor.

— ¿Adenor?

— Sí, Tite.

— Díos mio. Adelante, profesor. ¿Qué pasa?

“Me preguntó por mi motivación para volver a la Seleção, si estaba dispuesto. Le dije que esa era la llamada que estaba esperando y que estaba más que motivado para volver. Thiago volvió. Fue probablemente el mejor jugador de la Seleção en el Mundial de Rusia y ganó la Copa América en 2019. Su sueño, sin embargo, es ganar la Copa del Mundo. “Es esa o nunca más”. Cuando se le preguntó cuándo dejaría el fútbol, esbozó una sonrisa. “Me gustaría jugar para siempre”, admitió. “Pero no se puede, ¿verdad?”. Recientemente, el defensa entró en el selecto grupo de jugadores con más de 100 partidos con la selección. Con el Mundial de Catar, Thiago podría convertirse en el único central en disputar cuatro Mundiales. No sería absurdo decir que se trata del mejor central brasileño. De todos los tiempos. El PSG no quiso extender su contrato; en el Chelsea, todos están desesperados por que renueve. Y eso a los 37 años. “Ese es el nivel al que quieres llegar si quieres clasificarte como un central de clase mundial”, dijo Joe Cole al hablar de Thiago. “Necesitó tiempo para adaptarse y ahora parece un Rolls-Royce”.

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Foto de portada bajo licencia Creative Commons 3.0.